La moda no puede continuar siendo una amenaza para el Planeta

Por Andrea Mejia Fajardo

Muchas veces asociamos la moda con extravagancias como pasarelas, nuevas tendencias cada temporada e influencers. París Fashion Week parece más un encuentro de celebridades que la presentación de una colección.

Pero históricamente la demanda textil ha incentivado el intercambio comercial, siendo la más importante ruta la conocida como Ruta de la Seda (a propósito, les recomiendo el libro de Peter Frankopan) entre occidente y oriente, para algunos, el comienzo de la globalización.

Incluso para algunos historiadores, el telar mecánico, inventado en el siglo XVIII, es considerado el inició de la primera revolución industrial, y la máquina de coser a mediados del XIX dio paso a una industria crucial para la economía y el desarrollo global.

La democratización de la moda, ¿a qué costo?

Pero un crecimiento acelerado en las últimas décadas del sector moda y el uso intensivo de recursos naturalesha generado graves impactos ambientales y sociales.

Este aumento se debe principalmente a dos factores: 1) procesos de transformación empresarial en la producción textil, confección de bajo costo y rápidos tiempos de entrega – (ultra) fast fashion – y 2) al crecimiento de la población, en especial en economías emergentes de Europa Occidental y Asia.

Gran parte de la producción global del sector moda – más del 55.4% en el 2016 – se concentra en Asia debido al bajo costo de mano de obra y pocas regulaciones ambientales y laborales. La industria textil-confección representa en Bangladesh el 81% de sus ingresos de exportación.

La combinación de estos factores y el deseo de compra han llevado a la moda a convertirse en una industria billonaria. Según Business Wire, en el 2018, el mercado global de prendas de vestir alcanzó unos $758.4 mil millones de dólares con una tasa de crecimiento anual de 7.5% desde el 2014 y en el 2017, el Pulse of Fashion Report proyectó un crecimiento de la industria de un 63% para el 2030 sobre los 62 millones de toneladas consumidas en ese año.

¿Qué significa esto en términos ambientales? El sector textil-confección produce un estimado de 1.2 mil millones de toneladas de CO2 al año, cifra mayor a las emisiones liberadas por vuelos internacionales y envíos marítimos en conjunto, causando un impacto en la huella de carbono cercana al emitido por la Unión Europea.

A esto se suma un consumo de agua estimado en unos 93 mil millones de metros cúbicos anuales, gran parte destinados al cultivo de algodón. En su mayoría, estos son sembrados con semillas genéticamente modificadas, demandando enormes cantidades de pesticidas y fertilizantes. Vandana Shiva, activista ambiental, los llama “narcóticos ecológicos: cuanto más se usan, más se necesitan”.

El recurrente uso de telas sintéticas como el poliéster a base de polyethylene terephthalate (PET), material usado en botellas plásticas, también aportan al bajo precio. Estas fibras contaminan el medioambiente por medio de miles de millones de micropartículas plásticas liberadas a lo largo de la cadena productiva. Estas, no solo llegan a suelos y ríos, sino a los pulmones de trabajadores de plantas textiles y confección afectando su salud.

Aunque las fibras sintéticas tienen un menor impacto sobre el agua y la tierra comparadas al algodón, emiten mayores gases de efecto invernadero por kilo. A esto se suman sustancias químicas perjudiciales para la salud y la naturaleza empleados en procesos de teñido y acabados.

El sector moda en Colombia

En Colombia, el sector textil-confección fue uno de los sectores económicos más fuertes con un significativo papel en el desarrollo industrial-manufacturero de la economía colombiana durante el siglo XX.

A inicios de los setenta, la industria representó cerca del 3.5% de la producción manufacturera nacional, en parte, gracias a los aranceles sobre la importación de textiles. Sin embargo, la apertura económica en Colombia afectó de forma directa al sector, y empresas como Coltejer, Fabricato y Confecciones Colombia debieron acogerse a la Ley 550, mientras otras quebraron. La industria manufacturera, dentro de la cual se encuentra el sector textil-confección, pasó de generar el 20.1% del PIB en 1991 al 10.9% en el 2017, según datos del DANE.

En el 2018, el Sistema moda exportó US $ 743’314.000 (prendas de vestir, textiles y materias primas). Con la llegada de marcas como Zara en el 2007 y H&M en el 2017, el país ha incrementado el consumo de moda rápida siguiendo los pasos de una economía lineal: producción – uso – desecho, generando un impacto ambiental en el país aún no estudiado. Ahora, nos enfrentamos al comercio electrónico de Shein y Temu.

La crisis climática y el malestar social a nivel global hacen pertinente una reflexión sobre un cambio estructural del modelo de negocio del sector moda. Para lograrlo, es importante pensar cómo incluir el desarrollo sostenible (ambiental, social, económico y cultural) en los modelos de negocios incluyendo dinámicas de economía circular a lo largo de la cadena productiva.

Un estudio de Greenpeace del 2012 presentó cifras alarmantes

¿Cómo promover un menor consumo sin afectar la economía?